La riqueza marina, la fauna o el oleaje han sido el eje del concurso internacional de ideas que el Gobierno de Corea del Sur lanzó para elegir cuál sería el edificio estrella de la Expo 2012. La propuesta ganadora crea una bahía artificial en Yeosu.
Hace dos años, en Zaragoza, la ciudad costera de Yeosu (Corea del Sur) tomó el testigo de la Exposición Internacional. Yeosu se está preparando a conciencia para esta cita en la que el agua vuelve a ser protagonista. «El mar que está vivo, la costa que respira», será el leitmotiv de la próxima Expo y ha sido fuente de inspiración para miles de estudios de arquitectura de todo el planeta. Las autoridades prentendían sorprender al mundo el 12 de mayo de 2012 y, ya de paso, empezar a llamar la atención, cuando lanzaron el concurso de ideas para el pabellón símbolo de la Expo 2012. Quizá son conscientes de que en estas citas mundiales son muy pocos los iconos que después se recuerdan y uno de ellos puede ser el arquitectónico. Un total de 136 proyectos de las más diversas índoles de 31 países han asumido el reto en un auténtico festival de arquitectura de vanguardia.
Vida marina, formas de la naturaleza, casi todo lo imaginable ha sido proyectado, pero por encima de cualquiera se alza la idea ganadora: «el Océano», del estudio austríaco SOMA. La arquitectura parte de «nuestra forma de experimentar al mar», explica Stefan Rutzinger, que diferencia la superficie sin fin de las profundidades.
De hecho, el pabellón se abre hacia la costa, a través de las entradas principales, las fachadas y los espacios expositivos y hacia el mar se alzan lo conos verticales de hormigón como si de un acantilado natural se tratara, protegiendo la orilla del efecto dañino de los tifones y las olas altas.
En la futura Plaza del Océano se instalará el área de acceso cubierta por la propia estructura, que crea sombras y ventilación para aguantar las grandes colas. Se espera la visita de ocho millones de personas, que accederán a través de dos pequeños conos al espacio expositivo principal, un área de 1.000 metros cuadrados de superficie y 20 metros de alto.
Cada una de las salas se ventila de forma natural, gracias a los espacios abiertos que quedan entre las estructuras de hormigón. Tras las salas principales y como final de recorrido se abre al agua abierta una isla dedicada a la natación, para que los visitantes que lo deseen sientan el movimiento del mar. En la segunda planta se ubica el área de «Mejores prácticas», para que las compañías privadas expongan sus novedades en investigación marina o en energías renovables. El tercer piso es una cubierta vegetal con mirador, desde el que se puede descender hacia la salida.
Lo más sobresaliente es la fachada «viva», compuesta por láminas móviles que recuerdan a las olas del mar. La distinta posición de las láminas controla la iluminación de las zonas expositivas y crea un juego de luz y color natural, junto a los reflejos del agua. Durante el atardecer, el efecto digital se potencia gracias a miles de lámparas LED que convierten la fachada en una enorme pantalla de proyección.
El segundo premio se ha quedado en casa y ha ido a parar a las manos del arquitecto Sangleem Lee, quien ha proyectado un delirio triangular inspirado en las islas de la costa meridional del país asiático.
Para encontrar el tercer premio hay que volver e Europa; el estudio de Manfredi Nicoletti reivindica la belleza y la vulnerabilidad de la enorme ballena azul para construir un pabellón en varias alturas que pretendía la certificación LEED de oro.
Casi 6.500 m2 de piel exterior cubierta por paneles fotovoltaicos es lo más llamativo del dossier de presentación.
Descartes sostenibles
Son muchas las propuestas que no saldrán del papel, aunque muchas de las técnicas que se han estudiado se aprovecharán para otros diseños. Es el caso de la idea del estudio neoyorquino Archi(ten)sions. Una enorme cascada, «que una cielo y tierra» en palabras de Alessandro Orsini, director del equipo de arquitectos, a la que se accede por la parte superior, con la vista de la bahía y la zona de la Expo bajo los pies. Recorrer las diferentes salas es tan fácil como bajar por el interior de esta cascada a los diferentes cubos de exposición, que reproducen los diferentes niveles del mar desde la superficie hasta lo insondable. El peso de estos tres inmensos rectángulos se compensa con la colocación de ascensores para el público y para el servicio y la carga con áreas de servicios.
A lo largo de toda la estructura de paneles solares adhesivos producen la energía necesaria para que la estructura se autogestione. Y por si resulta escaso, la instalación de molinos verticales y la propia acción del agua ayudan a alimentar el sistema y la cascada cada vez. Otra de las ingeniosas soluciones es utilizar la «constante temperatura del mar de alrededor de 12 grados durante la estación estival» para refrigerar de manera natural el edificio.
Y esto es sólo un aperitivo de lo que la imaginación de los grandes nombres del diseño son capaces: pabellones anfibios capaces de navegar, ruedas gigantes, enrevesados nidos sobre la bahía de Yeosu y un largo etcétera. Nada menos que 136.
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